Junio no solo es el sexto mes del año, sino que también es una verdadera bisagra energética. En el hemisferio norte, el solsticio de verano, que ocurre entre el 20 y el 21 de junio, señala la cúspide de la luz solar, un momento cargado de simbolismo espiritual.
Este fenómeno natural representa expansión, maduración y conexión con la luz interior. Por eso, muchos aprovechan este mes para realizar rituales que ayuden a cerrar ciclos, agradecer lo sembrado y proyectar nuevos comienzos.

¿Por qué junio es considerado un mes clave para la renovación energética y espiritual?
Una de las prácticas más simples y poderosas para acompañar este proceso es prender una vela. Lejos de ser un gesto decorativo, encender una vela en junio puede convertirse en un ritual de alineación energética.
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Muchas culturas antiguas utilizaron el fuego como puente entre lo visible y lo invisible, lo tangible y lo espiritual. Hoy, esa tradición sigue viva y se resignifica en actos conscientes como este.
¿Cual es el color de vela que guía a junio?
La clave para potenciar este ritual está en el color de la vela. Para este mes, el tono ideal es el amarillo dorado, un color que no solo remite al sol, sino también a la vitalidad, la iluminación mental y la abundancia.
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Encender una vela de este tono es un llamado a la claridad, a la energía renovada y al enfoque. Es un acto simbólico que ayuda a fortalecer la confianza personal y a mantener vivas las metas trazadas al comenzar el año.
Además, el amarillo dorado se vincula con el tercer chakra, conocido como plexo solar, el centro energético asociado con la voluntad y el poder personal. Al equilibrar este chakra, se disuelven bloqueos relacionados con la inseguridad y se activa la motivación para avanzar con determinación durante el segundo semestre del año.
¿Cómo puede una práctica tan simple como encender una vela transformar nuestra energía?
En tiempos de exceso de estímulos y agendas saturadas, encender una vela puede parecer un acto pequeño. Sin embargo, hacerlo de manera consciente y con intención transforma ese instante en una pausa significativa, una afirmación de luz interna.
Prender una vela amarilla dorada en junio no es superstición ni magia, sino un gesto simbólico que invita a reconectar con nuestro propósito, agradecer lo vivido y prepararnos para lo que viene. Una forma luminosa de honrar el ciclo solar y al mismo tiempo, el propio camino interior.