En el corazón de Yucatán existe un pueblo mágico donde cada puntada de hilo cuenta una historia ancestral. Aunque la región es famosa por su deliciosa gastronomía, cenotes sagrados y playas paradisiacas, hay un lugar que destaca por un arte que sobrevive al paso del tiempo: el bordado maya.
Este destino no solo te ofrece un viaje en el tiempo, sino también una experiencia sensorial a través de sus tejidos artesanales, recetas tradicionales y rincones místicos.
¿Cuál es el pueblo mágico de Yucatán famoso por sus bordados?
Nombrado Pueblo Mágico en diciembre de 2020, Maní es un sitio emblemático en la historia de Yucatán. Aquí, las tradiciones no solo sobreviven, sino que florecen con orgullo. Entre ellas, destaca el arte textil, especialmente el bordado X'manikté, considerado el más antiguo de la región.
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Su nombre significa “siempreviva”, y hace referencia a la permanencia de la cultura maya en cada hilo. En este encantador poblado encontrarás talleres artesanales donde las mujeres mayores, con manos sabias, enseñan a las nuevas generaciones las técnicas que han resistido el paso del tiempo.
¿Qué puedes hacer en Maní?
Más allá de admirar sus bordados mayas, Maní es un deleite para todos los sentidos. Aquí podrás saborear el famoso Poc Chuc, platillo típico que enciende los paladares con sus sabores cítricos y ahumados. Además, puedes visitar Xcabachen, conocido como el cenote más pequeño del mundo, un lugar rodeado de misticismo.
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Recorre el convento de San Miguel Arcángel, explora sus calles llenas de color y aprovecha para comprar prendas bordadas como hipiles y guayaberas, dignas de pasarelas internacionales.
¿Cómo llegar a Maní desde CDMX?
Para llegar a Maní desde la Ciudad de México, puedes tomar un vuelo a Mérida, capital de Yucatán. Desde ahí, el viaje por carretera toma aproximadamente 1 hora y 45 minutos.
Puedes rentar un auto o contratar un tour que incluya visitas a cenotes, pueblos mágicos y talleres artesanales. Es una excelente opción si deseas combinar aventura, cultura y descanso en un solo viaje.
Maní es más que un pueblo: es un refugio de identidad, color y herencia. Un lugar donde la aguja pinta historias y la tradición sigue viva en cada puntada.